El inmortal II.

II°Observando al testigo de aquella visión y su palidez, era evidente el terror que le golpeaba en la frente, inerte no movió un dedo, pero su respiración no dio tregua, cada segundo más apresurada, el corazón en la garganta le mantuvo contra aquella pared, a la que parecía querer atravesar.
La criatura estaba absorta en alguna labor invisible para los mortales, con movimientos lentos tomaba algo de una antigua mesa, luego caminaba a otra mesa en frente en donde ponía aquella cosa, desconocida para el atormentado espectador que la observaba, aquel espanto repetía la acción una y otra vez.
El hombre quiso moverse mas no pudo…. Tragó saliva y trato de calmarse, aquel monstruo no lo determinó, continuaba en su labor constante e inexorable. El aterrado ciudadano logró despegarse de la pared y la criatura ni se inmutó, Darío se dio cuenta de que no parecía ser visto, era como si existiesen en planos distintos, eso le infundió valor, aunque la escena fuese tan irreal. Con el vello erizado y las piernas débiles caminó hacia el espectro que ahora si pareció  reaccionar, el hombre se detuvo, tragó saliva nuevamente y dijo: !¿quién eres que me asustas en mis tierras?¡ !¿cómo te atreves a entrar en la casa de mis ancestros y atemorizarme?¡!He atravesado desiertos y bosques antiguos¡!he luchado contra sombras y rayos¡ !he perdido amor y orgullo¡
!destruido hombres con hierro y fuego¡ !no me vencerás en mi sitio¡- dijo el hombre ya con la fuerza de mil guerreros-
La criatura respondió con voz profunda:
-No soy yo el causante de tus miedos- -siempre he estado ahí en tus guerras- he sido el que te ha sostenido en tus travesías, he alimentado tus ansias de batalla…. 
Mas no soy yo el motivo de tus tormentos. 

Darío  vivía con sus padres, dos hermanos y una hermana mayores que él, pasó sus años de niñez jugando, corriendo, descubriendo el mundo, era un niño normal como todos.
A la edad de cinco años cayó por una ladera rocosa muy empinada, golpeando su cabeza y varias partes de su pequeño cuerpo fuertemente contra las rocas, rebotó tres o cuatro veces en la pared maciza de piedra y terminó en el fondo del despeñadero, varios metros más abajo. Su madre corrió gritando desesperadamente, todos los testigos pensaron que había muerto, sin embargo al llegar los auxiliares al lugar, lo encontraron sentado en una piedra, asustado, con sangre en su cabeza pero ninguna herida. Insólito dijeron algunos, habrá sido la divinidad dijeron otros pero el hecho era que Darío había sobrevivido a una caída mortal. 

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