El Príncipe.
El
pequeño pero fornido hombre se acerco a la estrecha abertura en la
pared de la que regularmente disparaban sus arqueros en caso de
ataque, desde allí, se podía observar un patio donde se aglomeraban
unas cuarenta personas entre hombres y mujeres, hacinados en varios
carros jaula.
...Adelante.
-le dijo al lacayo.-
Mientras
bajaban por la escalera abovedada preguntó
-¿Esas
mujeres… ya fueron bautizadas?
No
mi señor -dijo el sirviente-
Bien,
lleva dos a la estancia de armas.
Así
sucedió, dos hembras fueron llevadas ante él y atadas a anillas
clavadas en la maciza pared. El pequeño hombre arrollaba
incesantemente su negro y extenso bigote, las jóvenes ya delante,
sollozaban y gemían con terror, la lujuriosa lengua sedienta del
lord lamió el terso cuello de una de ellas; y mientras rompía su
yugular, la mano fría del impío también se posaba sobre aquella
virginal y tibia vagina, la inocente doncella exhalo un quejido
mezcla de terror y placer. La otra mujer miraba y gritaba con
expresión de incredulidad y miedo. En poco tiempo el Príncipe dio
fin a la primera y prosiguió con la segunda rápidamente, entre
tanto, ésta, gritaba desesperada en un idioma extranjero para él.
La orgía de sangre y lujuria fue rápida e intensa y al final los
cuerpos inertes de las mujeres quedaron colgados de sendas
estacas...como cascarones vacíos...
Mientras
tanto los prisioneros fueron sacados de las jaulas y llevados de diez
en vez, acostados en el helado piso y sostenidos por cuatro soldados,
uno en cada extremidad. Cuarenta estacas de madera de unos dos
metros de alto esperaba al lado del patio. Al llegar el príncipe dio
la orden.¡Empalad-los a todos!
Los
gritos eran terribles pero se confundían con el griterío de la
soldadesca y una multitud de ciudadanos que; vitoreaban y a la vez se
daban ánimo en tan desagradable tarea. La sangre se acumulaba en
charcos enormes, prisioneros y soldados resbalaban en ella y caían
al piso... mientras los primeros eran golpeados el doble y
arrastrados a su terrible y humillante muerte.
En
determinado momento el príncipe se percató… llegará el momento
en el que mi inmortalidad despierte sospechas, llegará el momento en
el que tendré que entregar mis tierras… ahora me aclaman enfermos
de sangre y vino pero luego me quemaran vivo, los destruiré antes de
que sean dignos.
La
profecía del Vampiro se cumplió, a los pocos años y después de
haber echado a los invasores, su barbarie se volvió contra su pueblo
y el soberano casi le dio muerte, tuvo que huir tierra adentro sin
embargo su cuerpo nunca fue encontrado. Dicen que cambia, se
transforma, a veces en lobo, o tal vez en perro o mariposa igual que
los cuentos del vudú...los gatos negros aún andan por los tejados.
León
Bonet
30/9/2016
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