La espada del sueño








La espada del sueño

Si yo fallo… deberás llegar a La Torre antes del anochecer, el maldito y sus esbirros salen al ocaso en busca de esclavos… usa la espada familiar, es más liviana y fácil de blandir, ¡debes cortar su cabeza!…Así habló el Señor Masanori gobernante de la región de Kyukoku a su segundo hijo Eiji, esas palabras dichas por el padre aquella tarde lluviosa, se repetían en la mente del joven guerrero, quien ahora cabalga velozmente por montañosas laderas, al encuentro con sus hombres; y se figura como hacer tan azaroso trabajo, el de decapitar al desalmado impío…
Atardecía en el palacio, días antes de la muerte del padre, quien en afortunado vaticinio, convocó a su hijo para hacerle entrega de una preciada herencia familiar. Al entrar al gran salón de armas, el joven de once años se maravilló con la variedad de armaduras de guerra que se encontraban adosadas a las paredes de la estancia, petos confeccionados con fuertes cueros y acabadas con terribles cascos de facciones furibundas de gigantescos cuernos, que resultaban amenazantes para el novato espectador.
Sus ojos centellearon al ver las numerosas espadas de resplandecientes fundas, elaboradas con preciosas maderas laqueadas y hermosas empuñaduras con encordados de seda, sobre otras maderas aún más finas, adornadas con piel de raya o tiburón; al final de la sala, una profusión de estandartes y banderines familiares se erguían en las esquinas, rematando la escena.
Mas ninguna de esas hermosas obras artesanales era su herencia. El sable que le correspondía era una antigua catana, de Saya(1) en madera obscura, que en antiguos tiempos fue laqueada y espléndida, hoy se nota opaca y deteriorada. En la boca de la funda un Koi Guchi(2) hecho en cuerno de algún centenario búfalo de agua, (que seguramente sirvió bien a su propósito), mas ahora se ve amarillento y casi deshecho, la empuñadura fue elaborada de madera clara, con un trenzado de seda que alguna vez fue negro y piel azulada de tiburón, con sus Menukis(3) familiares en plata, hoy se observa como un embrollo verdusco y arruinado. Al desenvainar el acero, una hoja otrora bruñida y filosa, hoy se muestra con resplandor apagado, había sido forjada dos siglos atrás, de la parte más azulada de un bloque incandescente de hierro y carbón, tomado de la tierra misma.
Mientras la lluvia resonaba en los techos aquella tarde, el padre con expresión solemne y movimientos formales, le dijo el deber a su hijo en caso de algún fortuito deceso. A pesar de la edad, el joven aceptó su obligación. Han pasado dos años desde la muerte del regente y la mente del joven se debate entre sobresaltos y angustias… pensó en los mercenarios que lucharon junto a su padre y se preguntó… ¿lucharan igual junto a mí, el hijo?.

En el momento de su muerte al Señor Masanori le sobrevivieron dos hijos, aquel niño Eiji y una pequeña hermana Hikaru, quién permanece en el Palacio, al cuidado de fieles sirvientes. El hijo segundo, más joven, ignorado por su debilidad física, pero poseedor de una mente brillante, delgado, sin mucha presencia, al menos para el padre, él, el único heredero varón de su reino, deberá vengar a los suyos.
Continuará... 

 Notas del autor:
1) Saya: Vaina o funda de una espada o sable, elaborados de maderas laqueadas algunas veces decoradas con tiras de rotten o piel.
2) Koi Guchi: Refuerzo hecho de cuerno de búfalo colocado en la boca de la funda (saya) para protegerla del roce de la hoja.
3) Menukis: Amuletos con toda clase de formas, hechos de metal, para la suerte y protección, generalmente son reliquias familiares que se colocan en la empuñadura del sable.

León Bonet
24/11/016 

Comentarios

Entradas populares